La investigación sobre los presuntos sobornos de Qatar a miembros del Parlamento Europeo, entre ellos la exvicepresidenta Eva Kaili, recuerda aquella máxima de Cicerón quien decía: “no hay vicio más execrable que la codicia, sobre todo entre los próceres y quienes gobiernan la nación, pues servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”. La corrupción ha alcanzado a la Eurocámara o, más bien, se desliza en ella desde hace años debido a la sibilina forma en la que los
lobbys tratan de influir en la voluntad de los europarlamentarios, en ocasiones con regalos, otras con viajes aunque en esta ocasión ha sido de forma más burda: con fajos de billetes.
El denominado
Qatargate muestra la voluntad de intervenir de un Estado, Qatar; aunque también ha salpicado a Marruecos, que habría dado dinero a un político italiano para influir en algunas de las políticas europeas. La corrupción, que se ha paseado por instituciones locales, regionales y nacionales, llega a los propios cimientos de la UE. Este escándalo coincide con la decisión del Gobierno de España de reformar el delito de malversación con el objetivo de mejorar la convivencia entre el Estado y Cataluña.
El propio fiscal anticorrupción, Alejandro Luzón, advirtió el miércoles sobre la intención del Ejecutivo de Pedro Sánchez ya que considera que esa nueva redacción del Código Penal puede suponer rebajas de condenas por malversación. Como afirma el fiscal Luzón, no se puede dar paso atrás en la lucha contra la corrupción y menos aún -esto ya lo digo yo- cuando el objetivo perseguido por el presidente del Gobierno es irreal ya que, si de algo han dado muestras los independentistas catalanes a lo largo de su historia, es de ser insaciables en sus reclamaciones. Ayer fue la sedición, hoy la malversación y mañana será el referéndum. El fondo es nefasto, pero las formas son catastróficas. Ojipláticos observamos esta ligereza legislativa. Cuando aún no hemos asumido una reforma nos encontramos otra de sopetón. Son asuntos de tremenda relevancia que no pueden despacharse de esta manera sin una explicación convincente a la opinión pública. Por si esto fuera poco, la ensalada está aderezada con una desatada polarización entre los partidos del gobierno y los de la oposición a la que se han sumado los medios de comunicación de ámbito nacional.