El político italiano Giulio Andreotti decía que en la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido. Las encarnizadas luchas políticas fratricidas son tan antiguas como la humanidad, tanto como el asesinato de Julio César en la antigua Roma. Ahora, al menos, los cuchillos son figurados. No matan físicamente, pero sí políticamente.
Creo que fue el ex ministro Pío Cabanillas quien popularizó aquella frase que decía: “al suelo que vienen los nuestros”, lema compartido en infinidad de ocasiones durante los últimos años entre los dirigentes de los partidos políticos. Ahora, nos hallamos en un momento en el que la rivalidad interna, la legítima lucha por el poder orgánico ha emergido y de qué manera en Andalucía. Se trata de un momento histórico con una casuística muy variada.
La madre de todas las batallas viene provocada por la pérdida de poder -contra pronóstico- de los socialistas andaluces. La insuficiente victoria electoral de 2018 abrió un movimiento de renovación traumático entre enemigos irreconciliables. Nada nuevo bajo el sol en el PSOE andaluz, partido que ya en la década de los noventa se fragmentó entre guerristas y renovadores con la creación incluso de estructuras paralelas a las oficiales. Eso sí, hace pocos días un veterano dirigente de los socialistas sevillanos decía sotto voce que hay que cuidar las formas.
Donde no se guardaron fue en la batalla por el poder en el PP de Sevilla. Hubo fuego a discreción con graves acusaciones públicas que han cuestionado el control de esa formación por parte de su líder regional, Juanma Moreno. Ahora se ha firmado un armisticio, una tregua entre Génova y San Fernando para que no ocurra lo mismo en los congresos provinciales que están por llegar, es decir, Cádiz, Jaén, Almería y Huelva.
Donde ni siquiera hubo formas que guardar fue en el desgarro más allá de la izquierda del PSOE. Adelante Andalucía tardará en recuperar lo perdido si finalmente lo hace. Erró en su estrategia de campaña en las autonómicas al centrar sus ataques sobre Susana Díaz. El objetivo era desgastar a quien en teoría iba a volver a gobernar, y como decía Pedro Navaja, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Ay Dios.