Rocío León saltó a las portadas de los periódicos el pasado verano cuando se convirtió en la primera mujer de España con capacidades diferentes que aprobaba las oposiciones de Magisterio. Su primer destino ha sido Barbate, donde imparte clases de Pedagogía Terepéutica a niños con otras capacidades desde el pasado septiembre. Desde entonces, como ella misma reconoce con satisfacción, ha sido un “boom”.
Fue invitada al programa de Juan y Medio, la visitaron en su instituto las cámaras de Andalucía Directo, impartió una conferencia junto a Pablo Pineda y el 31 de diciembre ofreció por el canal autonómico las primeras Campanadas inclusivas de la televisión. Ahora ultima la publicación de 'Mi pie derecho', un libro autobiográfico que verá la luz en marzo y en el que relata su trayectoria vital, para que sirva de inspiración y emocione a muchas otras personas.
Y no solo por el reconocimiento y hasta el éxito de estos últimos meses, sino por toda la lucha y el sacrificio que le ha permitido llegar hasta aquí. Su currículum, de hecho, es extraordinario. Tras acabar el Bachillerato hizo Magisterio, Psicopedagogía, un grado superior de Animación Sociocultural, un Máster sobre Estudios de América Latina, y se tituló para impartir clases de español a extranjeros. Y sin embargo, no fue hasta superar las oposiciones, para las que se ha estado preparando durante cuatro años, cuando consiguió su primer puesto de trabajo.
“Por ser mujer y tener capacidades diferentes me cerraban todas las puertas en el terreno laboral. Todos me daban las gracias y me decían que me llamarían, pero nunca lo hicieron”, recuerda, al tiempo que reclama a la sociedad mayor “inclusión de las personas diferentes”, asegura.
Rocío León padeció un episodio de hipoxia durante el parto, y cuando cumplió los cuatro años le detectaron una lesión cerebral que le había causado una discapacidad intelectual del 34%.
“Nací con capacidades diferentes y moriré con ellas, pero desde un primer momento nunca dije “no puedo”. Se puede. Hay que esforzarse mucho más, no ponerse límites, incluso mi madre, que ha sido un apoyo incondicional en mi vida, le pedía a mis profesores que me exigiesen más en clase”.
“Lucha y constancia” han sido sus lemas. Los mismos que ahora traslada a sus alumnos, a los que exige cada día en clase “con amor, para que vean que pueden”, y confiada en que con el tiempo no tengan que enfrentarse a las dificultades que ella mismo ha encontrado en la sociedad hasta conseguir finalmente realizarse como profesora.
“En mi campo educativo hay más mujeres maestras que hombres, pero en otros ocurre lo contrario; apenas veo mujeres. Aunque lo que sí percibo más a menudo es a mujeres desempeñando tareas que hasta ahora parecían reservadas solo para hombres. En ese aspecto creo que se está avanzando más”. Hoy pretende unir su voz y su reivindicación en favor de la igualdad de la mujer en los actos convocados con motivo del 8M.
