Autodidacta, sordo de nacimiento, analfabeto y artista del medio rural, Castle creó un mundo propio inspirado en la cultura popular a lo largo de seis décadas de frenética actividad.
Dibujos hechos con el hollín que extraía de una estufa y saliva, construcciones creadas con trozos de cartón que coloreaba y cosía y libros hechos a mano, todo ello sin título y sin fecha, forman el tesoro del artista estadounidense, que él mismo protegió y conservó en paquetes que escondía en lugares recónditos de las casas en que vivió.